Mensajes de los Setentas y Presidencia del Área SANW: Al servicio de los demás

El Élder Winsor Balderrama

Mientras el Salvador ejerció  su ministerio  en la tierra  siempre estuvo  enfocado  en los necesitados.  El “necesitado” es aquel que requiere algo que por sí mismo no puede otorgarse, tal como el perdón de sus pecados, el alivio a su sufrimiento,  o sencillamente la guía en cuanto a su manera de vivir.

Los registros nos muestran claramente que el Salvador pasó el mayor  tiempo entre los que padecían necesidades físicas  y espirituales,  y no entre los que merecían  de su presencia.  Fue el mismo Salvador quien declaró… los  que están sanos no necesitan de médico, sino los que están  enfermos…  (Lucas 5:31). Sin embargo, esto no nos debe llevar a pensar que vivir de manera justa y obediente, nos distancia de la oportunidad de merecer el  privilegio de la presencia cercana  y frecuente del Señor. Al contrario, el hecho que vivamos con obediencia y rectitud,  es una manifestación de una mayor independencia  y madurez espiritual. Así mismo, se convierte en una exigente necesidad  de anhelar el bienestar de nuestros semejantes (Mosiah 28: 3). 

Una de las enseñanzas más reiterativas del Salvador se manifiesta en la parábola de la oveja perdida  (Lucas 15:4-7). En este pasaje,  el pastor que perdió una de cien ovejas, bien podría haber elegido quedarse con las noventa y nueve que merecían su presencia y atención, en vez de ir en busca de la que se distrajo y por consecuencia  se separó del rebaño. Esto probablemente la descalificaba para merecer la protección y alimentación de su pastor.  Pero la enseñanza del Salvador enfatiza y realza que el pastor fue en busca de aquel que estaba perdido, y que desesperadamente necesitaba su ayuda, aun cuando esto representaba más trabajo y esfuerzo para sí mismo.

Es notorio que no pensó en lo que ya había hecho, si no en lo que  faltaba  por hacer para el beneficio de aquel que lo necesitaba. Por lo tanto, este pastor caminó los caminos que Jesús caminó. Así también, nosotros como líderes del Sacerdocio, o de las organizaciones auxiliares, y más aún como miembros de forma individual, sin necesariamente ser parte de un comité, ni de un  grupo de líderes, podemos interesarnos en bendecir a los que nos necesitan.

Para esto “no necesitamos hacer actos de gran trascendencia que no sepamos hacer”,  sino actos y gestos muy simples, tales como buscar ser un amigo para aquellos que llegan o vuelven después de una larga o corta inactividad. Como sabemos, el llegar a la Iglesia como miembro nuevo presenta varios desafíos. Esta transición puede ser más fácil si, con nuestra ayuda. Tal vez, si nos acercamos a los que se ven solos en nuestras reuniones o actividades,  para ofrecerles nuestra calidez  y amistad, y los acompañamos hasta que lleguen a tener su propia fortaleza, podemos marcar una gran diferencia.  Algo tan simple como esto puede ayudarnos a empezar a caminar por los caminos que Jesús  caminó.

En este proceso será muy importante considerar otro principio que el Salvador ilustró.   En la parábola del hijo pródigo, menciona al hijo que había solicitado a su padre la parte de los bienes que le correspondía (Lucas 15: 11-32). Luego de haberlos malgastado, aún hasta pasar necesidad, volvió en sí y decidió regresar a su casa.  Como sabemos, el padre de la parábola se llenó de misericordia y lo recibió como pocos lo harían, echándose sobre su cuello y besándolo. Esto dio a a entender que era bienvenido a su casa, aunque por sus hechos anteriores no lo merecía. Es más,  el padre propuso con resolución “… hagamos fiesta…muerto era y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado…” Seguramente  cada invitado lo abrazó, dándole la bienvenida. Solo uno de los familiares más cercanos  no entendió dicha felicidad, su hermano mayor.  

echándose sobre su cuello y besándolo

Esto se podría calificar como algo justificable  en los ojos de aquel que nunca había “hecho algo que defraudara a su padre”,  no habiéndolo desobedecido jamás. El hijo mayor sintió que a pesar de su obediencia constante, no había sido reconocido como lo era su hermano que acababa de regresar, y que merecía  por lo menos un cabrito para compartirlo con los amigos.  Sin embargo, no se había dado cuenta que él mismo también necesitaba  de la misericordia de su tierno padre.  Su reacción ante el regreso del hermano menor había decepcionado a su padre, y el hijo que nunca había desobedecido, ahora necesitaba de misericordia.

Todos requerimos la ayuda del Señor,  y  es preciso que seamos instrumento en sus manos para proveer esa ayuda a quienes lo necesitan. Es hora de actuar de manera más desinteresada y productiva a favor de los que necesitan fortalcerse.

Las oportunidades de servicio en la Iglesia ayudan a fortalecernos. Los llamamientos y las asignaciones tales como oraciones o discursos pueden ser una fuente de fortaleza para aquellos que regresan, y una oportunidad para servir a otros.

Hace pocos días atrás,  mi esposa y  yo estábamos sentados uno al lado del otro con nuestro bebé de seis meses para hacer un trámite migratorio, en una oficina en la que había mucha gente con la misma necesidad.  La atención por cada persona duraba aproximadamente quince minutos.   Nuestro turno asignado era el 151.

En medio de la espera se acercó un señor al que no conocíamos. Amablemente nos ofreció su ticket, el número 141. Su comentario fue simple “…ustedes lo necesitan porque su bebé que se ve muy inquieto por la espera…”  Aparentemente nos había observado mucho antes. Su gesto  denotó que pensó en nuestra necesidad y decidió actuar para ayudar a suplirla.

Al terminar nuestro trámite ese día, antes de salir de esta oficina, mi esposa hizo de manera natural exactamente lo mismo. Buscó a alguien  que se veía en la necesidad de ser atendido anticipadamente, que  en este caso también era una mujer con un bebé pequeño. Mi esposa le ofreció el ticket 151 en vez del 203 que esta madre había recibido. El sencillo acto de este buen hombre ese día me hizo sentir atendido y entendido en mis circunstancias. Aprendí que el al servir a los que los necesitan nos otorga la oportunidad de crecer y servir a nuestros semejantes. En el nombre de Jesucristo,  Amén.