Compartir el evangelio trae felicidad y milagros

Un padre y su hijo en su día de bautismo con los misioneros.

Élder Joel Arcos, Misión Ecuador Guayaquil Norte.

Cuando servía en el barrio República de la estaca Quevedo Norte, conocí al hermano Jorge Cedeño, quien me contó una experiencia.  Él se encontraba en un comedor y vió a un hombre y a su hijo cuyos rostros demostraban mucha tristeza y  preocupación.

Al mirarlos, sintió que ellos necesitaban lo que a él le trajo gran gozo:  “el evangelio  de Jesucristo”.  Con delicadeza se les acercó y les dijo que sabía de algo que les traería felicidad, y les preguntó si unos jóvenes misioneros podrían visitarlo, y le respondieron con un gran SÍ.

El hermano Jorge tomó su número y dirección y se lo dió a los misioneros. Días después, mi compañero y yo, fuimos por esas referencias. El hermano se llamaba Carlos Mayor, supimos y sentimos inmediatamente  que era un escogido del Señor. Le invitamos a bautizarse y aceptó.

Nos contó su historia, nos dijo que estaba enfermo de su corazón y tenía a su hijo de 11 años a quien él, a sus 70 años, cuidaba solo en esta vida. Una semana antes tuvo un accidente que le ocasionó una grave herida en su pierna y los doctores querían amputársela, pero él les dijo que no lo hagan porque sabía que Dios lo ayudaría. Al salir de su chequeo, los doctores le dijeron que tenía prohibido mojar su herida por el estado en que se encontraba.

Aun así nos dijo que quería ser bautizado para seguir el ejemplo del Salvador, y que sabía que Dios cuidaría su pierna.

Un jueves 25 de julio, a las 5 p.m., junto con su hijo Sebastián, fue bautizado y, después de unos días, lo visitamos. Al llegar a su hogar nos recibió con una gran sonrisa, levantó su pantalón y nos mostró el milagro que había sucedido. La herida de su pierna sanó, toda su herida cicatrizó, y dejó de usar su bastón con el que andaba, le dijimos que Dios vió su fe y Él lo sanó.

Sé que la fe trae milagros, sé que si los miembros de la Iglesia miramos a nuestro alrededor, veremos a muchas personas que están esperando que abramos nuestra boca y que les invitemos a escuchar a los misioneros y el valioso mensaje de felicidad que Dios tiene para sus hijos. El adversario nos hace sentir temor para no compartir el mensaje del Salvador, nos pone ideas como: “ No, él o ella no va a querer, no les gusta” o “ No, él o ella no va a cambiar, mejor no.”

Pero, Jesucristo  espera,  y nos pide, que lo hagamos  ya. Este es el tiempo para hacerlo, ¡podemos vencer el temor!

Amo esta obra y amo ser un misionero del Señor, Jesús es el Cristo, el hijo de Dios como dice en (DyC88:73) “He aquí, apresuraré mi obra en su tiempo”. Él está apresurando su obra, Él desea que podamos compartir su evangelio a todas las personas. En el nombre de Jesucristo. Amén.