
El 10 de Enero de 1986, salieron desde La Paz en cinco buses 248 miembros para asistir a la dedicación del Templo de Lima. Conformaban la caravana miembros pertenecientes a las estacas de Cochabamba, Oruro y La Paz.
En la parte más alta de la cordillera sobre el camino de Puno a Arequipa, uno de los buses tuvo un desperfecto. El chofer informó a los pasajeros que debido a la rotura de un filtro de aceite no podrían seguir adelante hasta que otro bus de la empresa vaya a recogerlos al día siguiente. En ese punto de la montaña el frío era intenso. Los viajeros, al principio silenciosos, comenzaron a ver la situación como algo que pudo haberse evitado si el viaje se hubiese planificado con mayor cuidado. La noche era obscura y no tenían alimentos. Surgió la crítica y el descontento. Entonces alguien dijo unas palabras de reflexión y consuelo, y sugirió a los varones ir a un lugar apartado para orar. Todos se dirigieron a un punto elevado de la montaña, no muy lejos del camino. Allá arriba arrodillados, en medio de la oscuridad de la noche, elevaron su súplica a su Padre Celestial.
Al retornar, vieron un camión estacionado a un lado del camino que también se hallaba detenido a causa de un problema mecánico. Al hablar con el conductor se enteraron que parte de su carga era biscochos y galletas que el propietario aceptó venderles a precio de costo.
Hubo alegría entre las hermanas y los niños que esperaban dentro del bus cuando vieron llegar a los hermanos portando alimentos. Pronto se proveyeron los ingredientes necesarios y se encendió una fogata improvisada para preparar chocolate caliente para todos. Reinó otra vez la calma y desaparecieron los malos sentimientos, porque el Señor había escuchado una sincera oración a 5.000 metros de altura.
Después de más de 48 horas de viaje la caravana llegó finalmente a Lima, donde fue cariñosamente recibida por los miembros en el centro de Estaca Limatambo, quienes después de ofrecerles un refrigerio se llevaron a las familias para hospedarlas en sus casas.
La última sesión fue casi exclusivamente para el grupo de bolivianos. Antes de la oración dedicatoria, el Presidente Gordon B. Hinckley, pronunció un mensaje y dejó para los santos bolivianos la siguiente bendición profética:
“…Si ustedes se mantienen fieles al Evangelio, guardando los mandamientos, especialmente la ley de los diezmos, nunca faltará el pan en sus mesas. La situación económica individual y del país mejorará como resultado de la fe de los miembros. En el futuro los santos en Bolivia no tendrán más que viajar largas distancias para asistir a un Templo, porque llegará el día en que se construirá un templo para Bolivia.” (Extraído de Informe del Elder Jorge Leaño, Representante Regional para Bolivia, quien viajó con la caravana.)
“…Si ustedes se mantienen fieles al Evangelio, guardando los mandamientos, especialmente la ley de los diezmos, nunca faltará el pan en sus mesas. La situación económica individual y del país mejorará como resultado de la fe de los miembros. En el futuro los santos en Bolivia no tendrán más que viajar largas distancias para asistir a un Templo, porque llegará el día en que se construirá un templo para Bolivia.
La maravillosa declaración profética del Presidente Hinckley, tendría su feliz cumplimiento catorce años más tarde. El Templo de Cochabamba Bolivia, fue dedicado por el propio Presidente Gordon B. Hinckley, el 30 de Abril del año 2000.